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Mostrando entradas de octubre, 2021

Plazas

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    El 19 de noviembre de 2020, pasadas las seis de la tarde, regresaba a mi casa por la Calle Mayor y a la altura de la Plaza del Parlamento tomé esta foto. Lo que llamó mi atención fue ver la plaza desierta, los adoquines ocultados por las patas de las mesas y las sillas, entonces desaparecidas, así como la falta de gente, una soledad sonora que bramaba su desamparo y le confería un rostro inédito a un espacio que durante semanas dejó de ser una plaza, y ahí entonces el regusto amargo en la boca, la tristeza con falanges de acero recorriendo mi espinazo, en una caricia fúnebre, en un réquiem que sonaba a muerto al compás de las campanas en las iglesias próximas, un malestar excusable, creo, si pensamos que las plazas son los órganos vitales de la ciudad, por cuya sangre corren las terrazas, las palomas, el paisanaje, los turistas, la vida, la linfa urbana, en definitiva. Porque todo lo demás son calles, ruido, tráfico, edificios, naturaleza domesticada. Porque la plaza es el signific

Metamorfosis

Lo vio acercarse. Vencido por el temor dijo No me hagas daño. El extraño lo miró extrañamente y su miedo se agrandó. Sus pulmones no recibían aire, un cortafuegos los jadeos. El extraño rebuscó en su mochila de cuero. Cerró los ojos. Una pistola, un cuchillo, una soga, la imaginación desatada. Al abrirlos, el extraño le extendió un jaramillo de madera. Sopla, pero antes pide un deseo. Incrédulo, pidió el deseo y sopló. El jaramillo volvió a la mochila y el extraño al camino. Lo vio girarse antes de emprender la marcha. Sólo de nuevo. El Hermano era una ausencia.

Fosa común

Todas nosotras dispuestas en formación. Las más manoseadas delante. La inmensa mayoría solo hacemos bulto. Sea por interés, por el dictado del mercado, sea por ignorancia. Nuestra extinción está ahí, a la vuelta de la esquina, si hubiera esquinas. Somos como ese órgano que desaparece por no usarlo. Es posible que esto deba de ser así: la renovación, la regeneración, la adaptación. No obstante él lo intenta, lo sabemos de buena tinta, es un decir, pues todos escriben hoy en teclados. Busca darnos algo de vida, una oportunidad, pero hay muchos peros, demasiado desinterés. El diccionario es nuestra fosa común.

Vejez

Una figura frente al espejo. Un rostro. El resto poco más que ropa deslucida, arrugada, en el cuerpo magro propio de un espantapájaros, olvidado de las aves. Caminos del olvido son las profundas arrugas en el rostro de este espectador de sí mismo, mojones horizontales que deslindan pasado y futuro. Cauce seco, la piel ajada ante el cristal. La memoria del agua vendría con las primeras lágrimas. Un llorar sin principio y sin final. No ha lugar. Un llorar que lo barrería del espejo, de sí mismo. Una placenta imposible, capaz de volver a albergarlo. Lluvia que todo lo borraría.

Consuelo ultraterrenal

Dispara, dije mientras me tomaba una fotografía. Me acertó de pleno. Ni tiempo tuve de despedirme, ni túneles ni leches. Una muerte súbita. Ser un alma en pena, sine die, confieso que es un coñazo. Al menos tengo una afición. Es que no queda otra. Cada vez que algún familiar quiere contactar con sus seres queridos muertos, ofrezco caracterizaciones de Oscar, de Goya, que premios aparte son cada vez mejores. Todos quedan muy consolados al ver a sus presuntos, esto ellos no lo saben, padres, hermanas, hijas o hermanas veladas por el ectoplasma, posando junto a ellos en las psicografías.

Extravíos

  Camina por la calle, deambula, flanea, viento en popa a toda vela, la quilla el calzado, -náuticos gastados- hasta desubicarse. Achica los ojos. Alrededor edificios clónicos de una ciudad que lo ha parido con alopecia y miope. El desamparo es la periferia, el extrarradio, las afueras. Mira el nombre de la calle. Un pintor, un conquistador, una poetisa ¿importan a alguien? No hay locales ni bares ni panaderías ni guarderías. Sí una parada de autobús. Monta en el primero que llega. Eléctrico. No sabe adónde va. No importa. La angustia ya está en su interior. Y no piensa dejarla salir.