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Mostrando entradas de enero, 2022

Introito

Los ojos. La mirada que proyectan. Vía de doble sentido. Sin la prepotencia de una espada láser. Lo suyo: las luces de posición de un vehículo. Va de la pantalla digital con horarios y líneas a las crestas nevadas, no muy lejanas, en otra comunidad autónoma. La ilusión de las fronteras en el papel de los atlas, capaces de soportarlo todo. Espolones. Katiuskas: nunca había escrito esta palabra. Chapotear en el lenguaje con los pies secos. El arco de la mirada es trazado con tal celeridad que acontece un leve mareo. Las pupilas ahora con nieve. Dentro, osos buscando comida en el terreno nevado poblado de episódicos esquiadores. Colonos. Velocidad, vértigo, verticalidad. En teoría. Al probarlo pasó más tiempo en el suelo que erguido. Media docena de culadas, dolor de huesos, vicksvaporub a la noche, un catarro que le duró seis días. Al séptimo, como nuevo. El milagro de la nieve. Odioso de puro blanco. Orgullo cromático temporal. Pide a gritos ver mancillada su altanería. Cortarle la cabe

Denominación

Este es el tamaño de mi esperanza, dice abriendo los brazos. Ni mucho ni poco: el tamaño entre sus brazos. Soy Andoni dice. No, no soy vasco, pero siendo yo un mozalbete escuchimizado y enfermizo, mi profesora de historia (la cabeza llena de pájaros mitológicos) a fin de reforzarme la identidad, y de paso usurparme el nombre, me puso otro, en la creencia de que así se me curarían todos los males y ya ves, José de nacimiento, Andoni me quedé. Mido su esperanza. Entro en ella.

Avaricia

Escribe, añade y suprime palabras y el ansia atiende más a un sentimiento de posesión y avaricia, a la necesidad o creencia de ser capaz de pasar la realidad por el cedazo de la escritura que al hecho de contar, contar qué, el qué, acaso una descripción del paisaje, las montañas lejanas, algunas picudas y blanqueadas, otras romas, chatas, erosionadas por el cielo inasible e insensible a los humanos, cielo perteneciente a otra realidad muy distinta de la suya, o hablar de las estrellas, puntos de luz que no guían ya a reyes hacia ningún pesebre, o mentar el gajo de luna y su balanceo en el firmamento. Escribe estas palabras bajo la bóveda que lo cobija, pero mira y no ve bóveda alguna sino un decorado vítreo, azul, transparente, la mirada velada por el humo de las fábricas, por el vapor de agua expelido por la nariz hasta empañar las gafas y quizás solo escribe para despejar los cristales del entendimiento, en el empeño de aprehender la realidad, y qué realidad se pregunta, qué circunst