Desnaturalizado
En el carricoche, extendidos los miembros, las uñas enredadas en la mantita, el cuerpo caliente dentro del jersey de punto confeccionado a mano. ¡Oh menestral, mi menestral!, diría si pudiera. Coches humeantes, farolas ciegas, escaparates sin reflejos, ancianos desnortados, mierdas de perro, reclamos visuales que van al desagüe de sus ojos soperos y desaparecen, apenas ya un rastro en el olfato amnésico. Agradece los cuidados físicos y verbales, incapaz de negar cómo la voz amada abriga y arrulla incluso más que el jersey, las molestias que ella se toma por hacerle la vida más cómoda, muelle se decía antes de la llegada de lo viscolástico, y entorna los ojos sin llegar a dormirse, recuerdos del pasado aporrean la aldaba del cerebro para inquietarlo. Ahí va corriendo detrás del cuatro por cuatro, la lengua fuera, el polvo del camino envolviendo todo su cuerpo, a la zaga de sí mismo, ladrando jubiloso. Ahora, desanimalizado en su inasumible humanidad se siente patético. Gruñe enrabietado