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Mostrando entradas de octubre, 2023

Cuentos otoñales (quinto)

  Cuántas veces te habíamos dicho que no entrases, pero tú erre que erre, como una polilla gigantesca buscando el fanal para extinguirte. Primero con los nudillos, luego con los puños, finalmente tiraste la puerta abajo. Tendida en la cama, las orejas cubiertas por el pelo y los cascos gigantescos, la cara iluminada por el fulgor de la pantalla. En el rincón el cuerpo holográfico de una mujer escultural, desnuda. Te dijimos que no entrases, pero tú, erre que erre. Los cuarenta y dos años que te separaban de tu hija no era una generación, era un salto, al vacío generacional.

Cuentos otoñales (cuarto)

  Desde la calle le lanza un beso, beso díscolo y decidido a no entrar en el autobús e ir al encuentro de los labios de su amada, sino a saltar al vacío, al éter, por el que irá ascendiendo, capa a capa, empecinado en su ascensión suicida, hasta que sin verlas venir explote y desintegrado desaparezca. A la noche cuando ella abra la puerta casa, y deje los zapatos en el vestíbulo, sentirá un cansancio infinito. Sentada en la cocina no se verá capaz de mantenerse despierta. En el marco de la puerta, él la observará levemente contrariado, sin reconocerla.

Cuentos otoñales (tercero)

  Matriz acogedora de noctívagos como ellos es el búho. En el interior rodante son esfera espasmódica junto al cristal. Geometría vociferante más que ronda, cero armonía, un diez en belicosidad decibélica. El conductor, ellos, la noche cerrada (por hermética) y para de contar. La luz amarillenta de las farolas marca el camino. Presionan el cuadrado botón rojo en la barra vertical. Parranda solicitada creen leer en la pantalla, precipitando la erupción del frenesí mancomunado. Siete contra uno. El búho toma velocidad en la Gran Avenida. Pero no para despegar, sino para frenar bruscamente. Míralos: son moscones estampados en el ventanón.