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Mostrando entradas de octubre, 2022

LXIV

A mitad del camino de nuestra vida , escribía Dante. Serían los cuarenta y pico ahora. Bastantes menos en los años del poeta. Veo un reportaje de un joven deportista ultrafondista que superados los veintipocos, un cuarto en el camino de su vida, ha visto cumplidos todos sus sueños. Ha tachado de una lista todas las grandes pruebas que quería ganar cuando era un crío. Apenas unos pocos años atrás. No hay alegría en el hecho de alcanzar la gloria, esa cumbre, sino vacío, el abismo que te mira a los ojos. Ahora qué, es la pregunta. El resto, para bien o para mal, no tenemos ocasión para estos dilemas existenciales. No hay Himalayas en el horizonte, a lo más El León dormido, el Monte el Corvo, el Monte Toloño. Unos sueños de andar por casa, una felicidad somera y tan común que bien nos cabe en el monedero.  

Solaces pre-solares

Cambia tanto la fisonomía de la ciudad que ya es imposible encontrar en el centro urbano los descampados de mi niñez. Sin embargo, en las zonas periféricas, el boom inmobiliario estalló y quedaron edificios sin construir, en terrenos desiertos, y allí es posible encontrar hoy lomas cubiertas de vegetación o de rastrojos, por las cuales pululan perros tirando de las correas de sus amos, embebidos estos en el líquido amniótico de pantallas cristalinas. Paseo y paso desapercibido, subo y bajo por   montículos de tierra reseca, amarilleados por hierba rala, aparto latas con el pie, y me embarga la felicidad, al recuperar, por unos momentos, algo que ya daba por perdido: el solaz previo al solar.

Atacar la cumbre

Veía Meru, odisea en el himalaya , disfrutaba de los paisajes increíbles que brindan seis mil metros de altitud, el silencio, la nieve, el ser humano desafiando sus límites. La escalada es aquí compañerismo y confianza mutua. Y saber cuándo hay que de darse la vuelta, aunque duela, para no encaminarse hacia una muerte segura. Así, los tres escaladores que tratan de atacar la cumbre del Meru : Conrad , Jimmy y Renan , lo intentan en 2008. Pero a pocos metros de la cumbre, sin alimento y habiendo estado demasiados días en la montaña, deciden abandonar. Jimmy, en 2011 sufre una avalancha de nieve practicando snowboard y sobrevive milagrosamente. Renan, días atrás, se había fracturado el craneo en un descenso. No queda tetrapléjico de chiripa y sufre lesiones óseas en distintas partes de su cuerpo. Pero seis meses después de estos lances, el trío decide volver al Meru y esta vez sí que logran atacar la cumbre. Leer es algo parecido. Intentas culminar un libro, una saga, o una heptalogía y

Blonde

Norma Jean, Marilyn Monroe, el icono rubio, la bomba sexual. Etiqueta tras etiqueta. Máscara detrás de otra máscara. Debajo hay una mujer vulnerable, desdichada desde su no infancia. Sin padre, con una madre ingresada en un psiquiátrico, sin amistades, con hombres que no la aman, Thanks, Mr. President ; President que la trata como a una muñeca de carne. Todo el éxito conseguido le resulta ajeno. En la cumbre cada vez se siente más lejana de sí misma, hasta la naúsea. Dependiente de los demás, la muchedumbre la jalea y babea al pas(e)o de sus curvas, de su cabellera trigal. Nadie aprecia su inteligencia ni su avidez lectora. Parece el acarreo de pastillas y la muerte el destino más razonable cuando todo es soledad y tristeza e imposibilidad de alcanzar una mínima felicidad, al no poder ahormarse a ese molde de hormigón que es su no vida.

Paterson

Monto en el autobús y al pasar por delante de una conductora digo: <<Paterson>>. Lo digo a media voz, casi imperceptible y la conductora me da los buenos días o sencillamente levanta la cabeza. Pero una mañana todavía no ha amanecido, digo: <<Paterson>> y otra conductora dice: ¿perdón? Paterson, respondo con voz firme y clara y desafiante. Le gusta Emily Dickinson, pregunta. ¡Claro!, es una de mis favoritas. ¡Qué pasada!, un pasajero al que le gusta Dickinson, concluye sonriente.

Las chicas de la última fila

 Cinco mujeres treintañeras con el pelo cortado al dos, amigas desde los tiempos del colegio, las chicas de la última fila, viajan unos días al sur, a tierras gaditanas. Una tiene cáncer y el resto se solidariza con ella, así la atención ajena, en lugar de señalar solo a una, recaerá sobre todo el grupo. La actual falta de experiencia(s) o el empobrecimiento de las mismas es el acicate para escribir en unos papelitos aquello que les gustaría hacer: hacerlo con una chica, cometer un delito, decir la verdad… Una manera de rebasar aquellos límites (cortarse el pelo casi al cero, para una mujer, es poco menos que una gesta) que parece ser las mantienen enclaustradas, insatisfechas. Sean hijos, maridos, padres enfermos; todos aquellos lazos que nos gusten o no nos unen a los demás. Una exaltación de la amistad generosa, sin fisuras, sostenida en el tiempo. La pugna entre el querer (liberador) y el deber (restrictivo). Una dicotomía enfermiza, ¿un equilibrio imposible?