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Mostrando las entradas etiquetadas como teatro

Hoy tengo algo que hacer

La velocidad y el vértigo de vivir o el cruzarse de brazos y abrazarse a la nada. El comecome de José Luis que se devana los sesos con los haceres y quehaceres que no lleva a cabo, hasta que sale al mundo exterior a exprimir las ubres de la vida y conoce a activistas, hortelanos, eruditas, perros, camareros; a través de ellos supura la vida y José Luis se empapa de todo ellos en un continuo hablar que es homenaje al lenguaje, a la palabra precisa; voluptuosidad en el hablar que no oculta la inteligencia ahormada al humor, la perplejidad y el asombro hacia el mundo; mirador desde el que contemplar el milagro de la vida. Y Luis Bermejo lo aborda, bordándolo.  

Una

  Es la identidad un tema que nos ocupa y preocupa, ¿no? Así Una , en la magnífica interpretación de Miriam Odorico, aborda la cuestión, sobre una novela de Pirandello: Uno, ninguno y cien mil . ¿Somos algo intrínseco o la imagen formada a ojos de los demás? Somos lo que somos, lo que pensamos que somos, lo que los demás piensan de nosotros. Un pensamiento capilar que se ramifica en cada espectador. Miriam, tan próxima en el escenario, que no es tal, despliega toda su versatilidad gestual en cada máscara, en cada capa de cebolla, en el mullido grosor de la identidad.

La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco

   Un hombre sentado a la mesa de un café, Ignacio. En el suelo, serrín. En el aire, palabras. La pretensión: hablar del pasado. Él, que trabajó siempre como mesero. Palabra más oportuna que camarero, en México. Donde reciben cada día riadas de españoles exiliados al finalizar la guerra civil española. Caracteres alterados, personas vocingleras, ruidosas, siempre en disputa. Irreconciliables. Siempre el mismo sonsonete: Cuando caiga Franco. Pero como no cae, debe tomar cartas en el asunto, viajar a España y matar al dictador. Lo hará, pero hay cosas que no cambian. Lo sabía bien Max Aub, autor del cuento original.

Feriantes

Despega los ojos del móvil y verás la noria recortándose sobre el armazón del cuarto puente. Estás en las barracas. Oyes los autos de choque, sientes la fiesta ambulante. Formas parte de un paisaje efímero, como lo es un pasado que parece ahora tan lejano, tan analógico, tan manual. Que huele a sudor y esfuerzo. Disparas con la carabina, tiras los dardos, comes nubes de azúcar y manzanas de caramelo. Te vas de la tómbola con las manos vacías. Ves los carteles de los puestos. Detrás hay sagas familiares que descubres ahora cuando asistes como espectador a esta sugestiva obra.

14.4

 No las tardes de ocio resueltas con un ir de tiendas, no, sino las mañanas y las tardes de Ahmed Younoussi en un pequeño pueblo marroquí. Huye del pueblo y de la violencia familiar para recalar en Tánger. Vivirá en la calle, expuesto a toda clase de peligros y asechanzas. A 14.4 kilómetros está el paraíso: España. Siete veces lo intentará Ahmed. Lo logrará dormido, con nueve años, de manera inesperada. El paraíso no es tal. Sucesivos centros de menores, también la presencia de espíritus angelicales. La vida siempre puede caer hacia cualquier lado. La desigualdad no desaparece invisibilizándola.  

Cucaracha con paisaje de fondo

  El teatro, elemento vivo, orgánico y proteico, como lo demuestra Cucarachas, donde un grupo de mujeres reside en un balneario, cuyo objeto es quedarse embarazadas, perpetuar la especie, replicar la maternidad, pero no todas, porque una de ellas no llega a reproducirse, sino a morir y quiere contar en su eutanasia con el doctor del centro, exento ya de principios, camino del precipicio y hay muchos temas sobre la mesa, muchos interrogantes y exclamaciones, voces en corifeo, conciencias alteradas, la necesidad de afirmarse y romper la mujer la pared que la sociedad les impone; tragedia en clave de humor negro.

Drive my car

  Tres relatos de Haruki Murakami le sirven a Ryûsuke Hamaguchi para alumbrar una película espléndida. Narraciones orales a la lumbre del sexo. El sexo como lubricante de la imaginación. Las obras de teatro de Chéjov como patrimonio de la humanidad, de la memoria y del sentimiento, por cuanto nos interpelan, todavía hoy. Road movie y el teatro en la pantalla. Personas heridas, lamentando pérdidas. Ya sea una esposa, ya sea una madre. Dejar morir a alguien es tanto como matarle. Una clarividencia tan dolorosa como redimidora en el contacto, en el abrazo. Cine de palabras hecho con imágenes. Y viceversa.