Todo en la película Misericordia resulta extraño, incluso inverosímil y esa es precisamente su mayor virtud. Historias de crímenes hemos visto muchas. No es tan habitual que los acontecimientos sigan el curso que aquí se ofrece. Que el deseo se explicite de esta manera, que la muerte se asuma así por parte de un cura, que la moral sea tan orillada en pos de unas acciones que vemos con asombro, si no con estupefacción. En esa transgresión, incluso provocación, es donde la película crece en cada minuto, hasta su resolución final. No busquemos realismo. Hagamos volar la imaginación. Abrámonos. Sea.
Lecturas, viajes, excursiones, visionados, pensamientos, cuentos y eufonías