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Mostrando las entradas etiquetadas como Vida y Montaña

Toloño

  No regresarás por los madroños, las manzanas del camino, las maguillas, los impasibles caballos percherones, los halcones en su bucle, el camino que trazan las senderuelas; tampoco por el banco de nubes, la bruma inconstante, los espinos en los tobillos, la concertina vegetal de las zarzamoras, la luz haciéndose un hueco entre las ramas de las hayas o el terreno velado alfombrado de hojas, ni incluso por las increíbles vistas en el Toloño, en Peña Colorada, en el Portillo Salsipuedes, no. Volverás por la animada conversación, las impetuosas risas, el almuerzo al socayo. Volverás por el grupo. Y lo sabes.

Untzillaitz

Envidias el fluido volar de los buitres, la ligereza de las cabras montesas en la cima, a las jóvenes amazonas vascas que te rebasan; mientras, tú, con tus pesados pies y el corazón tan acelerado, camino de la cumbre. Lo logras. Abajo Durango, el mar al fondo. Pero el viento, la posible lluvia, la concurrencia; todo anima al descenso. ¿Ves el hilo de tierra pegada a la roca? El magro camino que te abocará luego al bosque. Manzanas, nueces, castañas entre la tierra húmeda.  Observas cómo en la tapia, sin tierra, brotan las margaritas. Siempre logra la vida abrirse paso.

Quimboa Alto

Nada que ver con la sensualidad que rezuman los bikini bridge , pero después de la ascensión, bien ventilado tras atravesar el collado, habiendo dejado de lado el vivac y pisando lascas de piedra, lejos ya del cascabeleo de los cencerros y cada vez más cerca de un cielo despejado y elástico, ya en la cumbre, es menester sacar el móvil y ejecutar un sándwich leg . Al frente los picos graníticos recortándose en el horizonte, buscando (como a Willy) el ibón de Acherito, reflejo de agua en lontananza que no atiende a un espejismo, a pesar del esfuerzo y la fatiga.