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Garmo negro desde el Refugio Casa de Piedra

Por fin llegó mi bautismo de fuego por encima de los 3000 metros. Un 30 de octubre, jueves, un día espléndido, de cielo despejado, agradable temperatura y escaso viento. 

A las 7,40 ya estamos en marcha, Dejando a nuestras espaldas el albergue Casa de Piedra (1.646 metros), en el que hemos hecho noche, del que saldremos con las pilas puestas, después de un desayuno abundante: café con leche, zumo de naranja, pan tostado, mantequilla, mermelada, tomate natural, AOVE, bizcochos de soletilla, jamón cocido, queso tierno, manzanas, cereales, yogures azucarados... 

El comienzo es suave y transcurre por un pinar. Casi en el inicio paramos y entramos a ver la Fuente de la Laguna. Por la pared de la roca corre el agua que luego llega al pozal por un caño. Al regreso, sedientos a más no poder, comprobaremos que el agua está tibia y no gélida como es nuestro deseo. Antes, oímos el cascabeleo, que aquí es fragor, del agua con todo su ímpetu. La razón es una cascada enorme por la que fluye el agua abundante, a finales de octubre.

Por el bosquecillo de pinos iremos en zigzag. Y luego salimos a monte abierto. Desaparece la vegetación, el firme se convierte en un pedregal, o más adelante en bloques de piedra que invitan a jugar a la rayuela.

Al alzar la cabeza al fondo ya se va viendo el Garmo Negro. Abajo, en la hondonada el Balneario de Panticosa.

Camino de la cumbre, pasadas cuatro horas de nuestra salida vemos que un manto de nieve va cubriendo el terreno. La nieve está blanda y se puede ir sin crampones.

Aquí se manifiesta en todo su esplendor aquello que nos enseñaron en el colegio: el ciclo del agua. La nieve caída en la montaña se deshace creando pequeños cursos de agua, incluso inesperadas fuentes de piedra.

Luego cuando la nieve esté más durita iremos siguiendo el trazado de las rocas y piedras que sobresalen entre la nieve.  

A las 12,43 atacamos la cumbre, Javier, César y un servidor, después de 1.400 metros de desnivel (en cinco kilómetros, lo cual permite hacerse una idea de lo exigente de la ruta).

 
  

Las vistas son un espléndido paisaje bien nutrido de cumbres pirenaicas; unas en Francia como el Midi d'Ossau, otras en España: Monte Perdido, el Viñamala, los Infiernos enfrente, el refugio de Bachimaña y los ibones azules, etc.

La nieve nos quita la idea de la cabeza de hacer la corona y continuar hasta el Argualas y el Algas. El descenso también será largo. El Balneario, y la lámina de agua a su vera, se ven desde el primer momento y aunque cada vez está más cerca, nos llevará unas tres horas llegar.  

Antes almorzaremos al sol, al lado de un lago helado. 

 

Las rodillas son las que más sufrirán en el descenso dado que el firme en todo momento es irregular y el desnivel no permite ofrecerse ni un descuido. 

 

Con las fuerzas ya menguadas, mejor: exhausto y con tanta piedra suelta, irse al suelo y darte, como mínimo una culada, no tiene nada de raro. Fueron tres. Mientras, Javier y César iban tan pichis. 
 

Poco antes de las cinco (16,48 h) llegamos al albergue. Es tanta la sed acumulada después de casi nueve horas pateando, que el par de jarras de cerveza que tomaremos en el refugio, son de las que no se olvidan nunca. 

Un palizón, sí. Un regalo, también. 

 

Fotos © Vida y Montaña

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