Parece que hoy la Navidad va ligada ineludiblemente a la luminosidad, al ruido, al aspaviento, a la soberbia, el consumo, el delirio. Por eso me sorprende, deambulando por Reinosa, encontrarme con un austero Belén hecho con figuras de piedras pequeñas y adornadas con telas. Es también una invitación a la imaginación. Los puntos negros en la piedra son los ojos. Un belén recoleto, casi escondido, entre los bloques de casas, al que antecede un bosque mágico, donde hay acebos naturales y más figuras sorprendentes. Desconocía quién es el artífice de estas obras. Ahora sé que es el reinosano Alberto Allende, sé que sus más de 200 esculturas (la ronda campurriana, los reyes magos y el resto del paisanaje) y los establecimientos iluminados internamente (la posada, la escuela, el aserradero, el consultorio rural, la churrería, la bolera, el molino...) embellecen este rincón apartado de la ciudad del frío y animan al viajero, espoleando, no solo su emoción estética, y creo también que...