La velocidad y el vértigo de vivir o el cruzarse de brazos y abrazarse a la nada. El comecome de José Luis que se devana los sesos con los haceres y quehaceres que no lleva a cabo, hasta que sale al mundo exterior a exprimir las ubres de la vida y conoce a activistas, hortelanos, eruditas, perros, camareros; a través de ellos supura la vida y José Luis se empapa de todo ellos en un continuo hablar que es homenaje al lenguaje, a la palabra precisa; voluptuosidad en el hablar que no oculta la inteligencia ahormada al humor, la perplejidad y el asombro hacia el mundo; mirador desde el que contemplar el milagro de la vida. Y Luis Bermejo lo aborda, bordándolo.
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