Hay películas como Música de Angela Schanelec o Attenberg de Athina Rachel Tsangari que desafían lo convencional y abundan en los derroteros de lo incomprensible. Se acumulan conductas extrañas, procederes espasmódicos, y la juventud de Marina hendiendo aquí la gelatina del presente. Attenberg es Attenborough ; los humanos también podemos ser animales objetos de estudio, más parecidos de los que nos imaginamos. La cámara es el bisturí, la lente disecciona. Marina acompañará a su padre en su camino hacia la muerte. Descubrirá el sexo y los límites de la amistad. La extrañeza está aquí servida. También el asombro. ¿Atina, Athina? Sí.
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