La inesperada enfermedad de un afamado director de orquesta le conduce (por la vía de la donación) a conocer a un hermano del que separaron al nacer. Cada hermano fue a parar a distintas familias. A uno le tocó el gordo. Al otro ni siquiera una pedrea. Así distribuye la Fortuna los destinos; Destino que los une, mezcla, funde y confunde. La música será el nexo común de una infancia conjunta que no tuvieron. Pelean a la contra. La enfermedad regresa y exige la coda. ¡Qué jartada a llorar!: sería el resumen o la humanidad tan a flor de piel.
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