Dejamos la carretera que nos conduciría a Baños de Río Tobía para visitar el museo al aire libre que es Camprovín. Aparcamos en una explanada en las faldas del pueblo y el ascenso, tras la curva, deja a nuestra izquierda un edificio gigantesco de finales del XIX; hoy las ruinas de la fábrica de chorizos Iris. Gusto da caminar entre tantas muestras artísticas, observados por las caras que escrutan desde los murales, en las fachadas. Viendo en un cartel las posibles rutas posibles partiendo de Camprovín, regresamos al pasado, al tiempo de los romanos; antaño Campus pro vinae , hogaño Camprovín. Y si la mirada se alza, la pupila se verá desvelada por el impacto brutalista, el hormigón a la vista, en la torre de la Iglesia San Martín. Obra de Gerardo Cuadra. * Después de deleitarnos en el restaurante Valdevenados con un buen plato de caparrones, secundado con sus sacramentos y guindillas y un bacalao con pimientos confitados y una tarta de zanahoria que quit...
Lecturas, viajes, excursiones, visionados, pensamientos, cuentos y eufonías