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Hayedo del Rajao

 

La estación otoñal es sin duda el momento óptimo para disfrutar de los bosques de La Rioja; superficie arbolada que representa un 33% de la superficie total. 

Hoy nos desplazamos hasta el pueblo de Tobía (a 45’ de Logroño) y dejamos los vehículos estacionados unos pocos kilómetros más adelante: en el Refugio del Rajao.

La mañana dominical está muy fresca, pero el cielo luce despejado. Lo interesante del día de hoy es que casi toda la ruta (unos doce kilómetros) transcurrirá por el interior del bosque: un espectacular hayedo: El Rajao, que ofrece un sinfín de colores propios del otoño. 

Ya en marcha vemos una cascada (muy próxima a la carretera) que está un poco falta de agua. 

A ratos dejaremos la senda para ir campo a través, pisando un terreno alfombrado de hojas húmedas y también de musgo. Y donde los troncos caídos, dejando al aire sus cepellones, serán, en ocasiones, barreras improvisadas.

 

Los más observadores serán capaces de detectar algunas clitocybe nebularis, o pardillas de toda la vida, en los troncos o escondidas bajo las hojas. Aunque hay que andar con ojo de que no estén agusanadas, o tengan sapo, como oigo decir por aquí. 

Cuando el bosque se abre obtendremos las vistas de Los Pancrudos, ya con su cresta nevada. Poco más adelante ante la disyuntiva de ir al Refugio del Rajao por el río Tobía (2,8 Kilómetros) o por La Carrascosa (6,7 kilómetros), optamos por la primera opción. 

Es todo un acierto, porque caminar por el interior de un bosque, improvisando, ceñidos al curso del río, en otoño, con unos colores que no pueden ser más variados y vívidos, sintiendo la humedad en derredor y el latido de la naturaleza en cada pisada es una experiencia sensorial sin igual. Incluso tiene algo de experiencia onírica (aunque también puede ser que fuese la lente, que estuviese sucia). Y si alguien cree que alucino, porque le hubiera hincado el diente a alguna seta alucinógena, a las fotos me remito.

   

¿Siente el cielo las caricias de los arboles?

En las inmediaciones del refugio, a las dos de la tarde el sol calienta ya de lo lindo y será la compañía perfecta para dar buena cuenta del almuerzo. La guinda será el bizcocho de Carmelo.

En Tobía es menester hacer una parada para tomar un café, o una birra, charlar y poner luego el rumbo para casa. Mientras, las peñas de Tobía ejercen como atentas y silentes guardianas.

La cuadrilla cuenta con auténticos ases de la fotografía: Mónica, Javier, Carlos, Carmen, Sara, César Michelle... 

Fotos © Vida y Montaña

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