Tres relatos de Haruki Murakami
le sirven a Ryûsuke Hamaguchi para alumbrar una película espléndida. Narraciones
orales a la lumbre del sexo. El sexo como lubricante de la imaginación. Las
obras de teatro de Chéjov como patrimonio de la humanidad, de la memoria y del
sentimiento, por cuanto nos interpelan, todavía hoy. Road movie y el teatro en
la pantalla. Personas heridas, lamentando pérdidas. Ya sea una esposa, ya sea
una madre. Dejar morir a alguien es tanto como matarle. Una clarividencia tan
dolorosa como redimidora en el contacto, en el abrazo. Cine de palabras hecho
con imágenes. Y viceversa.
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