LXIV

A mitad del camino de nuestra vida, escribía Dante. Serían los cuarenta y pico ahora. Bastantes menos en los años del poeta. Veo un reportaje de un joven deportista ultrafondista que superados los veintipocos, un cuarto en el camino de su vida, ha visto cumplidos todos sus sueños. Ha tachado de una lista todas las grandes pruebas que quería ganar cuando era un crío. Apenas unos pocos años atrás. No hay alegría en el hecho de alcanzar la gloria, esa cumbre, sino vacío, el abismo que te mira a los ojos. Ahora qué, es la pregunta. El resto, para bien o para mal, no tenemos ocasión para estos dilemas existenciales. No hay Himalayas en el horizonte, a lo más El León dormido, el Monte el Corvo, el Monte Toloño. Unos sueños de andar por casa, una felicidad somera y tan común que bien nos cabe en el monedero.

 

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