Descubre el genio creador dentro
de sí al frotarse la espalda contra la pared, rebajando así la picazón que le
producen los gigantescos granos de la espalda, plenos de líquido. No se concede otro
deseo que el de poder abundar en sus pensamientos, devenir un eremita,
convertir su cerebro en piedra (pero elástica). Anhela forjar su particular
cosmovisión. Y así desplaza fronteras, centrifuga amistades. Camina solo en su
ascensión. Albergará toda la soledad del mundo en su interior. Piensa que cuando mira
largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de él. Será la razón extraviada su laberinto inexpugnable.
Envidias el fluido volar de los buitres, la ligereza de las cabras montesas en la cima, a las jóvenes amazonas vascas que te rebasan; mientras, tú, con tus pesados pies y el corazón tan acelerado, camino de la cumbre. Lo logras. Abajo Durango, el mar al fondo. Pero el viento, la posible lluvia, la concurrencia; todo anima al descenso. ¿Ves el hilo de tierra pegada a la roca? El magro camino que te abocará luego al bosque. Manzanas, nueces, castañas entre la tierra húmeda. Observas cómo en la tapia, sin tierra, brotan las margaritas. Siempre logra la vida abrirse paso.