Contradicciones

 Pegado a la blanca pared escucha en el portero automático el requerimiento de sus amigos. Varias voces y una sola palabra. Baja, Bajaa, Bajaaa; cada vez más alto. Palabra que lejos de cumplir con su misión y provocar el movimiento del niño, opera con signo contrario, poniendo de manifiesto un ánimo esclerotizado. El niño tapa las orejas con sus pequeñas manos y desoye el deseo que lo animaría a abrir la puerta de casa, bajar las escaleras, alcanzar la calle, abrazar a sus amigos, irse todos juntos de parranda montados en sus bicis, porque decide resistirse y abundar en sus contradicciones.

Entradas populares de este blog

Del abismo al extravío

Cuentos otoñales (primero)

Los días del devenir