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Contradicciones

  Pegado a la blanca pared escucha en el portero automático el requerimiento de sus amigos. Varias voces y una sola palabra. Baja, Bajaa, Bajaaa; cada vez más alto. Palabra que lejos de cumplir con su misión y provocar el movimiento del niño, opera con signo contrario, poniendo de manifiesto un ánimo esclerotizado. El niño tapa las orejas con sus pequeñas manos y desoye el deseo que lo animaría a abrir la puerta de casa, bajar las escaleras, alcanzar la calle, abrazar a sus amigos, irse todos juntos de parranda montados en sus bicis, porque decide resistirse y abundar en sus contradicciones.

Versus Santiago

  Brumas matinales sobre las hortensias, velo húmedo deshecho al pasar la mano, aún tibia, recién amanecida, posada como un pájaro cauto, mano que saluda al peregrino risueño y joven surcando el camino con sus botas de monte y la gigantesca mochila en su fornida espalda, caminando al amparo del frescor diurno, hasta ser recibido quinientos metros más adelante, rebasado el pueblo, por la playa desierta, velada, e introduce los pies en el agua gélida, tonificante, desnuda su cuerpo tras una roca y al contacto con el agua siente una corriente paralizante, la orilla cubierta de algas de toda clase: oro rojo, verde y amarillo; un par de inmersiones y de nuevo vestido y en marcha prosigue su marcha, extrañado mira el reloj, doce de agosto, el país arde cada día por los cuatro costados y él siente el cuerpo húmedo, frío, tremolante bajo la camiseta, la piel es carne de gallina,          cacarearía su alegría                                     si supiera.

La electricidad

Al abandonar el pueblo de Navarrete toman el camino de tierra. Pelotón menudo, pierde efectivos al estirarse. El último de ellos va a la cola moviendo la cabeza, haciendo zigzag o negándose, las piernas bloques de cemento, el oxígeno, insuficiente, entra como por una pajita en los pulmones, el sol trabajándolos con ganas ¿confiriendo matices dorados al polvo? No. Es tanto el esfuerzo que no hay cielo, solo camino.                                La noria de la rueda y sus radios.           El diámetro de un sufrimiento incontable. Levanta la cabeza levemente para tomarle el pulso a la cuesta, buscando la cima, el punto de inflexión del calvario. Demasiado lejos. Inalcanzable. Oye un ruido, sin identificar. Sonido leve   Monocorde. No suena como una cosechadora, ni como un tractor, moto o patinete. Suena como una bici, pero no tiene fuerzas para girarse la cabeza porque se iría al suelo. Sigue cosida la mirada al firme terroso.   A su altura ve a una mujer con casco, p