Avaricia

Escribe, añade y suprime palabras y el ansia atiende más a un sentimiento de posesión y avaricia, a la necesidad o creencia de ser capaz de pasar la realidad por el cedazo de la escritura que al hecho de contar, contar qué, el qué, acaso una descripción del paisaje, las montañas lejanas, algunas picudas y blanqueadas, otras romas, chatas, erosionadas por el cielo inasible e insensible a los humanos, cielo perteneciente a otra realidad muy distinta de la suya, o hablar de las estrellas, puntos de luz que no guían ya a reyes hacia ningún pesebre, o mentar el gajo de luna y su balanceo en el firmamento. Escribe estas palabras bajo la bóveda que lo cobija, pero mira y no ve bóveda alguna sino un decorado vítreo, azul, transparente, la mirada velada por el humo de las fábricas, por el vapor de agua expelido por la nariz hasta empañar las gafas y quizás solo escribe para despejar los cristales del entendimiento, en el empeño de aprehender la realidad, y qué realidad se pregunta, qué circunstancia, qué vano impulso le llevó a coger el boli y rebuscar en el cajón en la búsqueda de folios, a esperar el empuje de la imaginación, la necesidad de esa fuerza bruta, ciega e indomable.



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