Cuentos veraniegos (quinto)
Coincide el apagamiento de las
farolas con el encendimiento del cielo, ahora cuajado de estrellas. El silencio
es sepulcral, la voz narradora, cadenciosa y suave. Fijos los ojos en el cielo
para buscar la osa mayor, la menor, el carro, la estrella polar. El mismo cielo
que veían los griegos hace miles de años. La mitología, sus dioses y diosas
están ahí, en el reguero de leche de la vía láctea, también el zodiaco. El niño
abre los ojos y apunta con el dedo el curso de una estrella fugaz que
desaparece en el horizonte. Brillantes los ojos de pura emoción.
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