Cuentos otoñales (segundo)


 
Recortan los molinos el cielo con sus hélices, agigantados según te acercas a ellos. Reina el silencio, y en la umbría el fresco y el silencio. Tomas conciencia del tamaño de estos objetos gigantescos que molturando el aire crean energía, la que a ti falta allá arriba, que respiras el perfume de esencia de pino y boqueas como un pez, muerto en potencia. El moroso descenso dejará el poso en tus pupilas de pueblos en la hondonada, de crestas montañosas acariciadas por la luz, y más cerca, el calor en las piernas, la respiración agitada, la cremallera del maillot resistiéndose.

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