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Pánico

 Como cada sábado fui con mi hija pequeña a la perrera. Le encantan los perros. A mí no, pero hay que hacer concesiones. Un perro en propiedad no, ir a la perrera sí. Un punto intermedio. Un perro en alquiler. El coste del apadrinamiento. Hacía muchísimo calor, era mayo, y no habían dado las once. Un buen número de coches ocupaban los márgenes de tierra próximos a la perrera. El ruido era ensordecedor. Nuestro perro, el que teníamos apadrinado, tiraba de nosotros, de la correa que nos intercambiábamos con el ímpetu con el que un reno tiraría de un trineo. Su hocico iba olisqueando todo, todo su escuálido cuerpo convertido en un sentido: el olfato. Olía y comía hierba. Nos miramos asombrados y sin resuello, paseados como íbamos por el perro, que era perra. Paramos bajo un árbol buscando una sombra voluptuosa y la perra seguía comiendo hasta que comenzó a toser. No digo que se pusiera blanca, porque su lomo ya era blanco y negro, pero algo no encajaba. Mi hija me miró muerta de miedo. ¿Cómo se le practica la maniobra de Heimlich a una perra? Dos minutos angustiosos pasamos los tres hasta que por la boca de la perra salió una bola verde. Respiramos aliviados los dos. La perra de nuevo hocicando y supongo (anduvimos muy distraídos al regreso, rumiando lo que recién nos había sucedido) comiendo hierba, con la inconsciencia de los canes que se creen inmortales.

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Untzillaitz

Envidias el fluido volar de los buitres, la ligereza de las cabras montesas en la cima, a las jóvenes amazonas vascas que te rebasan; mientras, tú, con tus pesados pies y el corazón tan acelerado, camino de la cumbre. Lo logras. Abajo Durango, el mar al fondo. Pero el viento, la posible lluvia, la concurrencia; todo anima al descenso. ¿Ves el hilo de tierra pegada a la roca? El magro camino que te abocará luego al bosque. Manzanas, nueces, castañas entre la tierra húmeda.  Observas cómo en la tapia, sin tierra, brotan las margaritas. Siempre logra la vida abrirse paso.

Los días del devenir

        Sinopsis   Los días del devenir son días significativos en las vidas de los septuagenarios Loreto y Julio. Un taller de escritura recreativa impartido por Sandra, en la residencia de personas mayores donde viven, les abrirá la puerta de su pasado a los recuerdos, en forma de viajes, aventuras, rupturas, desgracias, ausencias, desventuras o confesiones. El folio en blanco será para Loreto y Julio el terreno en el que desvivirse a diario, también la manera de conocerse mejor y reconocer asimismo al otro. Treinta días frenéticos para el lector, que se verá abocado a una hilarante narración llena de sorpresas y hallazgos alentada por la imaginación desbordante de Francisco Hermoso de Mendoza, que trata de curarse aquí de la enfermedad de contar, con una prosa plástica, voluptuosa y precisa .  La novela se principia con esta cita de Lorenzo Oliván .     El escritor Manuel Fernández Labrada reseña Los días del devenir en su espléndido blog de literatura Saltus Altus .  

Volver al hijo

       Me acuerdo de una tarde de junio en el caluroso verano de 1984 en las piscinas públicas de La Playa. Al lado del puesto de la Cruz Roja, en lo alto de unos postes, en los altavoces comenzó a sonar una canción lenta. Me gustó. Luego supe que se trataba de Bruce Springsteen, al que llamaban The Boss. Cuando años más tarde compré un libro con sus canciones, hoy descuajeringado por el uso, supe que un Buick era un coche y no un nombre propio. La primera vez que oí esa palabra fue cuando sonó The hometown . Entraba y salía de la piscina grande, pasaba a la pequeña y cuando me aproximaba a los altavoces volvía a sonar esa canción que supongo alcanzaría el número uno de Los 40 principales. Meses después sonarían No surrender, Bobby Jean, Born in the USA , canción que dio nombre al disco y que fue un pelotazo. Springsteen fue catapultado al éxito. En el 89 compré el vinilo. Lo escuché una y otra vez. Lo veo ahora en el pasillo. El trasero de Springsteen fotografiado por Leibovitz me ll