Ni la temperatura glacial, ni la música estridente, ni el tráfago de gente, ni la indiferencia de los clientes, ni el suelo resbaladizo, ni tu condición de estatua, de busto sin facciones, hace mella en tu ánimo de maniquí. Pero hace un rato, una joven cogió tu mano, rozando tu pecho, al oído dijo amarte, y no pudo ver la sonrisa estallar en tu cara, ni disolverse el negro azabache de tus ojos, ya candelas, tampoco la imposibilidad desbaratándote el corazón, ni la cálida lágrima patinando en tu mejilla hasta caer de bruces en tu pie de Cenicienta sin zapato.
NOTAS, APUNTES Y ESCRITOS DE FRANCISCO HERMOSO DE MENDOZA