La ciudad parece distinta,
piensas mientras caminas sin rumbo por el extrarradio o páramo sonoro. Las luces
apagadas en el cielo ceniciento son el aviso por megafonía de que ya está aquí
el otoño, de calle tu estación preferida. Anochecerá pronto y la duda es si
encaminar tus pasos hacia el Monte El Corvo, cruzar el Ebro o sacar los
patines de la mochila y hacer molinetes hasta que en el vórtice pierdas el
sentido de la realidad. No haces nada, dejas que la oscuridad te devore. Miras
la luna de octubre, la luna del viaje que emprendes hacia casa.