Hoy no dormirás en uno de los
bancos de la Terrazza del Pincio, porque el arte ha decidido concederte un
regalo. Superada la medianoche solo reina el silencio y la oscuridad. Gulliver
siempre fue tu cuento favorito. Menudo, liliputiense como eres, te cuesta
horrores encaramarte sobre la broncínea escultura. No quieres perturbarla.
Tratándose de una diosa podría fulminarte con la mirada, reventar tu cabeza
como un melón. Ahormas tu cuerpo a las pródigas curvas, al metal fundido, todavía
caliente. Al alba tendrás que pisar tierra firme, presa del extrañamiento. A la
noche buscarás de nuevo el asilo axilar de Venus.