Sabías de la existencia de toros enamorados de la luna, pero no de vacas enamoradas de la niebla, como la que te mira estática en la distancia. Hablas de amor, pero ¿y si fuese también una víctima de la adversa climatología? Ajustas las gafas y tratas de dictaminar si es bizca, zurda, gacha, estorneja... Una cuestión de cuernos que te resulta irresoluble, porque cuando vuelves a mirar ya ha desaparecido entre el velo de niebla. Ves jirones de montaña, el camino recortado, el lánguido sol tratando de hacerse un hueco entre tan nube. Llegarás al coche antes de la anochecida.