No me resultan extrañas Las Merindades,
al contrario, pues he tenido la suerte de recorrer estas últimas décadas una
parte de ellas. Visitar, en la mejor compañía, las cuevas de Ojo Guareña, el
trabajo del río Nela sobre la piedra en Puentedey, las ruinas del Monasterio de
Santa María de Ríoseco, los dólmenes en Bustela, la calzada romana en El
Almiñé, la cascada de las Pisas o la de Pedrosa de Tobalina, la Torre de defensa
de los Porres en Cidad, robles centenarios como el de Dosante y un largo
etcétera de sitios increíbles.
El libro de Esther López Sobrado centra su atención en las innúmeras muestras de arte románico presentes en Las Merindades. Procede a un detallado recorrido por los distintos valles: Valdivieso, Manzanedo, Sotoscueva, Losa y Mena. Textos voluptuosos, sensoriales, acompañados de fotos en color; prosa la de Esther pródiga en matices, con un maestro empleo de las palabras, en la descripción de lo que el ojo ve para acercar al lector buena parte del románico desperdigado por los pueblos y valles de las Merindades. Presentes, cómo no, los elementos históricos, también los naturalistas. El presente siempre mira a la ventana abierta del pasado, por eso algunos apartados del libro son ventanas al Camino de Santiago, a los Bestiarios Medievales, al simbolismo, a Grecia y Roma o a la Biblia. Un diálogo muy sugerente el que Esther plantea entre pasado y presente.
Un libro espléndido, que sin duda irá a mi mochila para acompañarme cuando siga recorriendo y abundando en el filón inagotable que son Las Merindades, tanto a nivel artístico como paisajístico.