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Las dolinas de Zenzano

 


No os dejéis engañar por las dos zetas del nombre y caigáis vencidos por la somnolencia en Zenzano, no, y poneros en movimiento tras dejar los coches estacionados en la plaza del pueblo. Que no os parezca raro la bandera de La Rioja del revés, pintada en un tonel. La Roblanvera dirá alguien, ensanchando así el saber grupal.  

La jornada de hoy concentra el interés (geológico) en las tres dolinas que la ruta pondrá a vuestra disposición. La primera es la de la Cueva (a la que se accede después de un considerable repecho), la más pequeña. La dolina es una depresión de origen kárstico, una hoya, una ausencia de la naturaleza.

Siguiendo por el espinoso sendero, abrazados por las ramas de los pinos -algunos ya velados por las urticantes procesionarias- y sus plumeros de agujas, tras asomaros a la dolina de la Redondilla llegaréis al Pico Zenzano, a 1198 metros. Desde el punto geodésico la mirada se emborrachará de horizonte: el León Dormido, la Sierra de Cantabria, Murillo, Ribafrecha, Leza, Clavijo, los restos del monasterio de San Prudencio, la Real Basílica de Santiago (siglo XVIII)…

 

Luego iréis a daros de bruces con los efectos de la despoblación, al deambular entre las ruinas de Villanueva de San Prudencio. Caminaréis entre las casas reducidas a la raíz, en donde la naturaleza ha recuperado lo que antaño fue suyo. Inaccesibles los restos de la fuente.


Las aguas recientes crean pequeñas piscinas naturales, mientras las setas silvestres buscan la compañía o el sustento, al amparo de las boñigas frescas. Y si la naturaleza tuviera en mente crear un anfiteatro, la imponente dolina de la Covaza sería el resultado. 


Al concluir la ruta, a vista de pájaro, los pueblos como Zenzano caben enteros en la mirada. El sol, a través de las múltiples placas solares que menudean por los tejados, evidencia que sigue siendo una fuente de energía necesaria. 

 

Finalmente, buscando una vía de acceso al pueblo, en la alambrada, veréis cómo las puertas se metamorfosean en somieres; umbral que no conduce al sueño, sino hacia Ventas Blancas, donde culminaréis la jornada entre dulces, risas y palabras.