Surge la niebla del velero o el velero de la niebla, piensas. Un velero casi invisible si no fuera por el mástil, desvelado por la atenta mirada. El horizonte ha devenido un lienzo en donde pugnan los blancos y los grises; oculto el cielo. Piensas en Costa a la luz de la luna. Pero aquí no hay una hoguera, ni destellos, ni luz, ni asomo de vida: solo un blanco que no ciega, para una bruma que no cala, y en un horizonte apagado y sin perfiles. Parpadeas y el velero ya no está: ¿banco de niebla o agujero negro?