Me acuerdo de unas vacaciones
hace una década en Llanes. Amanecía lloviendo y anochecía lloviendo durante más
de una semana. Después de desayunar salía al patio interior, miraba el cielo
gris y regresaba dentro a jugar al UNO con las crías, a escuchar música, a
poner a punto los paraguas. Una mañana, el vecino de enfrente, al verse saludado
con cierta desesperanza mía, me dijo que el verde no surgía de la nada sino de
la mucha agua. Pensé hoy en ese día caminando por los acantilados en Tagle,
frente a la playa vacía, antes de darme, alborozado, un chapuzón.
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