Un punto medio: ni las cartas que tardaban tres semanas en llegar del otro lado del charco ni la profusión de estados de guasap, mensajes de audio y texto que desvelan el viaje y todos sus pormenores. Así ahora en la mesa de mármol de la cafetería mientras soplas rebajando la temperatura de la leche, la pregunta por el viaje es una cuestión más de cortesía que de interés, porque el viaje ya ha sido referido, desmenuzado, recibido y olvidado y ahora hay dos rostros que se miran sin la posibilidad de erigirte por unos minutos en Marco Polo.