En los relatos de El bosque de los urogallos, la montaña y sus bosques eran una especie de santuario para Mario Rigoni Stern. En Arboreto salvático, el texto combina el ensayo naturalista; veinte capítulos, uno para cada árbol: tilo, tejo, alerce, olivo, cerezo… con recuerdos y apuntes literarios (la Biblia, mitos griegos, literatura universal) sobre los árboles. Una combinación acertada de botánica, literatura y pensamiento (basado en la memoria y la experiencia), si lo que Mario pretende es transmitir al lector su pasión por los árboles. Mario plantó miles cuando regresó de la guerra, como en el relato de Giono.