Al leer que las cosas no son como
fueron sino como las recordamos, sé que todo es una reconstrucción, ahora que voy
olvidando las cosas, y me veo obligado a preguntar sobre fechas y lugares, acerca
de cómo sucedieron los hechos. A veces la respuesta es directa, un flechazo,
pero otras no, y la respuesta veo que atiende también a una reconstrucción del pasado,
como levantar un muro con unos cuantos ladrillos y sin tener conocimientos
claros de albañilería, y por eso sé que si viene el lobo feroz, a nada que
sople, se irá el muro abajo, se irán todos los recuerdos prestados abajo, toda
mi desfalleciente memoria, y sé también, porque esto es una certeza y no un recuerdo,
que si me buscan bajo tantos cascotes no me encontrarán.
Envidias el fluido volar de los buitres, la ligereza de las cabras montesas en la cima, a las jóvenes amazonas vascas que te rebasan; mientras, tú, con tus pesados pies y el corazón tan acelerado, camino de la cumbre. Lo logras. Abajo Durango, el mar al fondo. Pero el viento, la posible lluvia, la concurrencia; todo anima al descenso. ¿Ves el hilo de tierra pegada a la roca? El magro camino que te abocará luego al bosque. Manzanas, nueces, castañas entre la tierra húmeda. Observas cómo en la tapia, sin tierra, brotan las margaritas. Siempre logra la vida abrirse paso.