Ir desbastando la pieza hasta
dejarla en el hueso, en la pura esencia. Quitar la palabrería, todo lo
redundante y hacer que hable el silencio y los ojos y los espacios austeros. Una
guerra de fondo, la de Ucrania, presente en la radio, invadiendo –episódicamente-
la realidad. Dos seres solitarios y perdidos destinados a encontrarse. El destino
conspirando a su favor, a favor de él, con más suerte que Gaudí. Aki Kaurismäki
haciendo más de lo mismo, dicen, para que no pasando nada pase de todo,
desmantelando la felicidad epidérmica, el empacho del consumismo, el monopolio
de la nadería, digo.
Envidias el fluido volar de los buitres, la ligereza de las cabras montesas en la cima, a las jóvenes amazonas vascas que te rebasan; mientras, tú, con tus pesados pies y el corazón tan acelerado, camino de la cumbre. Lo logras. Abajo Durango, el mar al fondo. Pero el viento, la posible lluvia, la concurrencia; todo anima al descenso. ¿Ves el hilo de tierra pegada a la roca? El magro camino que te abocará luego al bosque. Manzanas, nueces, castañas entre la tierra húmeda. Observas cómo en la tapia, sin tierra, brotan las margaritas. Siempre logra la vida abrirse paso.