Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2021

Aquí, ahora

En la mesa de un bar ubicado en tierra de nadie: en la divisoria del polígono y el barrio, el lector alza la mirada del libro, gira el cuello hacia su derecha y observa, a pesar de la miopía, el esqueleto de un edificio a medio construir, ya abandonado y comido por la niebla: el aliento del río próximo e invisible desde la mesa rectangular. Atiende luego al cascabeleo titubeante, propio en los primeros pasitos del otrora bebé reptante y ahora caminante. Al final de su travesía, un anciano, el yayo, lo recibe exultante ¿El hijo pródigo que lo hará abuelo? Mira a uno y a otro y aunque aburrido de escuchar que está en la flor de la vida, sea esto lo que signifique, pero en la certeza de ser lo suyo un sempiterno agostamiento atemporal, sabe bien que se cambiaría por cualquiera de los dos. Es solo un instante, de nuevo subsumido por la lectura de una escritura ombliguista. Ay, ese yo tan dependiente siempre de uno mismo.

Armañanzas

En la fachada de la gran casa   del pueblo, recostados en el segundo escalón,   mi hermano y yo matamos el tiempo   a manos llenas.    En días veraniegos como este   cuando el sol de agosto recalienta   nuestras pequeñas cabezas de niños   despreocupados, ganados por el furor homicida   vemos los ires y venires de hormigas   enloquecidas buscando una salida   a los charcos de saliva.     En el umbral,   una mano a los ojos,  la sombra alargada,   el luto de una ausencia,   nuestra abuela Petra nos sustrae   al exterminio y dispone cincuenta pesetas   en el nido de nuestras inquietas manos.     A la carrera bajamos la cuesta   hasta la tienda de la Calixta   pedimos flashes de naranja, de fresa; así llegan también ahora los recuerdos   desde aquel paraíso   que no nos lo parecía entonces, tampoco ahora. 

Noviembre

  El 3 recorre la Gran Vía en la anochecida. Desde la calle, detrás de los grandes ventanales van asentados los viajeros, cabizbajos, cada uno con su móvil fulgurante. Unos van en el sentido de la marcha, hacia lo venidero, otros, en el sentido contrario, hacia el pasado. Tiempo móvil y por tanto ¿intercambiable? En la parada, el presente acariciará brutalmente el rostro del viajero con sus yemas de agua, calándolo luego hasta los huesos, sin el escudo del paraguas, el amparo de un balcón o la tibieza del soportal, en este día frío de noviembre: punto ciego en el calendario.

Mecánica ciclista

          Veo a Tadej Pogacar proclamarse vencedor en la última edición del Tour de Francia y mi mente viaja mucho tiempo atrás, a las gestas de Perico, Fignon, Hinault, Pantani, Lucho Herrera. Recuerdo, frente al televisor, a José Luis Laguía haciendo cumbres, cosechando puntos para el premio de la montaña. Mis recuerdos van para Lejarreta, Gorospe, Arroyo, Chozas, Lemond, Vicente Belda... Cada corredor tenía su correspondiente canica -en mis manos infantiles- sobre la alfombra y aquel grupo se disponía a correr el Tour, la Vuelta a España en etapas, una por día. Aquellos veranos, libre de las servidumbres digitales, daban mucho de sí. Desplazaba las canicas con el dorso de la nariz y los Súper Humor bajo la alfombra hacían los puertos. Cuantos más Súper Humor mayor la categoría. Luego, con el metro, cada centímetro que separaba a cada corredor de la meta, una vez superada esta por el ganador de la etapa, se convertía en segundos, minutos, después en ...

La vida menguante

Él, Manuel, ella, no recuerda su nombre, ni tantas otras cosas. Junto a la cinta transportadora agarra pilas, chicles, caramelos, snacks, manos le faltan. Deja eso, cariño, devuélvele el calabacín y las zanahorias al señor, deja trabajar a la cajera, cariño. Ella ha olvidado su nombre y aunque septuagenaria desconoce el mundo casi por completo, pero aún siente la lumbre del amor y el afecto. O eso piensa Manuel al coger hasta estrujar su mano fría con la desesperación y avidez de un náufrago. Abandonan el supermercado juntos. La bolsa y la vida, menguante, una en cada mano de Manuel.