Animales no, monstruos sí

Veo Animals (dirigida por Nabil Ben Yadir). No, no son animales, son personas monstruosas las que perpetran aquí unas acciones abominables. Una tragedia servida en tres actos. En la primera vemos a Brahim, un joven de treinta años en su ámbito familiar. Vive en Bélgica. Su padre es árabe, su madre belga. Van a celebrar el cumpleaños de su madre. Brahim lleva cinco años de relación con un chico; relación que no puede hacer pública pues tendría consecuencias catastróficas. La lleva en silencio y esto le duele, porque le supone dejar oculta una parte de su ser y su sentir. Abandona la celebración familiar y comienza el segundo acto. Cuando Brahim sale de un bar de alterne ve cómo en la calle una joven es agarrada por unos brazos que tratan de meterla en un vehículo. Brahim libera a la mujer y se ofrece a ir con los jóvenes a un bar dónde haya mujeres que es lo que estos van buscando. Brahim, asediado, confiesa en el coche que es homosexual y dicta entonces su sentencia de muerte. La media hora siguiente es lo más aborrecible y repulsivo que he visto nunca en una pantalla, tal es el grado de verosimilitud de las escenas, que nos convierten en testigo de todas las ofensas, primero verbales y luego físicas practicadas sobre Brahim. Cuatro hombres, entre ellos un musulmán, matan a otro porque Brahim es homosexual. La orientación sexual del reo avala para ellos su letal proceder. La persona (la película ficciona el asesinato real de Ihsane Jarfi; considerado el primer crimen homófobo en Bélgica en 2022) la van convirtiendo en un muñeco, en el que perpretar toda clase de barbaridades. Para ellos allá no hay una persona con su dignidad, sino un trozo de carne que puede ser golpeado con los puños, dilapidado, martirizado, en un constante tono de burla, grabado el espectáculo con los móviles. La cacería y posterior muerte es para ellos una fiesta, una manera de divertirse y de demostrar su hombría (la de cuatro hombres golpeando a otro inerme, más débil y aterrorizado). El cuerpo queda abandonado como una lata de refresco en el suelo de un bosque.

El más joven de los cuatro agresores, el que asestará los golpes mortales, verá así exteriorizada toda su rabia acumulada. El tercer acto es cuando al alba este joven vuelve a su vida normal. No sabemos qué efectos tendrá sobre su persona lo que ha hecho, si mediará arrepentimiento alguno, si será consciente de que ha matado a un ser humano.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Del abismo al extravío

Cuentos otoñales (primero)

Cuentos otoñales (quinto)