No el Ser abstracto de los
filósofos, sino el Ser de quién soy (en la infancia) y de cómo me lo aceptan
los demás, comenzando por mi familia. No la identidad como algo inamovible y
fuera de ahí la tara, y la anomalía, sino cómo adaptar las circunstancias que
me rodean a mi Ser. Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me
salvo yo, dijo el filósofo. Pero, ¿nos salvamos o nos salvan? ¿Es la incomprensión
ajena la que nos condena? Una delicada reflexión sobre un tema tan complejo
gracias a Estibaliz Urresola.
Envidias el fluido volar de los buitres, la ligereza de las cabras montesas en la cima, a las jóvenes amazonas vascas que te rebasan; mientras, tú, con tus pesados pies y el corazón tan acelerado, camino de la cumbre. Lo logras. Abajo Durango, el mar al fondo. Pero el viento, la posible lluvia, la concurrencia; todo anima al descenso. ¿Ves el hilo de tierra pegada a la roca? El magro camino que te abocará luego al bosque. Manzanas, nueces, castañas entre la tierra húmeda. Observas cómo en la tapia, sin tierra, brotan las margaritas. Siempre logra la vida abrirse paso.
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