Dispara, dije
mientras me tomaba una fotografía. Me acertó de pleno. Ni tiempo tuve de
despedirme, ni túneles ni leches. Una muerte súbita. Ser un alma en pena, sine
die, confieso que es un coñazo. Al menos tengo una afición. Es que no queda
otra. Cada vez que algún familiar quiere contactar con sus seres queridos
muertos, ofrezco caracterizaciones de Oscar, de Goya, que premios aparte son
cada vez mejores. Todos quedan muy consolados al ver a sus presuntos, esto
ellos no lo saben, padres, hermanas, hijas o hermanas veladas por el
ectoplasma, posando junto a ellos en las psicografías.