Mucho titán y mucha fuerza, pero la maldición es no ser carne mortal sino piedra flasheada, piensa Oceanus, sin la posibilidad de alzar el agua y anegarlos a todos, pues más que harto está ya de tanto trajín, del tráfago de gente y tantas fotos, del acarreo de selfis y del lanzamiento de monedas, sin que nadie repare lo más mínimo en él. ¡Oh, pobre titán ninguneado! tan a la vista que nadie te ve ahora en el alud de pantallitas de rostros risueños, alegres y esperanzados, sabedores de que de Roma al Amor basta un cambio de sentido.
Envidias el fluido volar de los buitres, la ligereza de las cabras montesas en la cima, a las jóvenes amazonas vascas que te rebasan; mientras, tú, con tus pesados pies y el corazón tan acelerado, camino de la cumbre. Lo logras. Abajo Durango, el mar al fondo. Pero el viento, la posible lluvia, la concurrencia; todo anima al descenso. ¿Ves el hilo de tierra pegada a la roca? El magro camino que te abocará luego al bosque. Manzanas, nueces, castañas entre la tierra húmeda. Observas cómo en la tapia, sin tierra, brotan las margaritas. Siempre logra la vida abrirse paso.