Avanza la cuadrilla multicolor en su vaivén. De la cima a la sima por los montes de Etxebarri. Verás penachos de roca con forma de colgajos fálicos. Recorrerás la brecha del tamaño de dos brazos, donde se filtrará la luz del esforzado sol. Aceptarás los juegos que la naturaleza te ofrezca: la pequeña abertura apenas visible entre bojs; como en el tragantúa serás defecado al otro lado, en un claro. Sortearás túneles de piedra y sendas escarpadas. Encontrarás abrigo en el sereno tronco del roble. Luego Etxebarri, después Larrión. Lo compartido bien sabe. ¡Qué rulen las palabras y los bizcochos!
Envidias el fluido volar de los buitres, la ligereza de las cabras montesas en la cima, a las jóvenes amazonas vascas que te rebasan; mientras, tú, con tus pesados pies y el corazón tan acelerado, camino de la cumbre. Lo logras. Abajo Durango, el mar al fondo. Pero el viento, la posible lluvia, la concurrencia; todo anima al descenso. ¿Ves el hilo de tierra pegada a la roca? El magro camino que te abocará luego al bosque. Manzanas, nueces, castañas entre la tierra húmeda. Observas cómo en la tapia, sin tierra, brotan las margaritas. Siempre logra la vida abrirse paso.