Partiendo de ese Punto de
nieve, dieciocho excursionistas jubilosos haremos una ruta circular de unos ocho
kilómetros. El paisaje será una sucesión de pinos nevados, de ramas como coliflores.
La nieve a veces resultará un manto mullido, y otras triscará y crujirá, en las
zonas donde la nieve se haya endurecido. Veremos algún carámbano adoptar la forma
de una afilada lanza; o cómo el tiempo
se ha suspendido en lágrimas de hielo. También el milagro de la cencellada.
El cielo pasará del gris al azul, abriendo y cerrando ventanas sobre nuestras cabezas. Dejaremos la ascensión a Peña Negra para otra ocasión y nos moveremos por la muga entre La Rioja y Soria, hasta el Vértice Buey. El horizonte, al frente, cuajado de picos y montañas: la Cebollera, la sierra de Urbión, el Castillo de Vinuesa…
El caminar con raquetas siempre ofrece
alguna culada o caída, al transitar por algún barranco o desnivel, aunque reine siempre
la precaución en el grupo, dando pasitos cortos, pasitos tibetanos en nuestra travesía.
!Y qué poco dura lo bueno! porque cinco horas después del comienzo, y rebasadas las dos de la tarde, veremos en el remonte a los esquiadores, el aparcamiento a rebosar de vehículos, y poco después las manos junto a la lumbre, al calor de la chimenea, los pinos nevados detrás de la gran cristalera, el estómago satisfecho con un menú tan gustoso como acelerado en su digestión.