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Fui a las fuentes porque deseaba vivir deliberadamente...

 


Los libros de autoayuda (este, según su autor, no lo es) parecen querer dar respuesta a las preguntas que se formula hoy el ser humano, a saber, cómo alcanzar la felicidad, el éxito, la serenidad, etc.

Comentaba Emilio (el denominado latinista tuitero) en la presentación de este ensayo, que cuando alguien se dispone a correr una maratón por primera vez, no puede hacerlo de un día para otro, ni siquiera con una semana de preparación, no, sino que este es un trabajo que le llevará meses de preparación y esfuerzo. 

Con los libros de autoayuda creo que sucede algo similar. Quien los lea no encontrará la felicidad, la serenidad, el éxito, se librará de la gente tóxica, ni vaciará mochilas emocionales de un día para otro, sino que tendrá que trabajarlo en su día a día, sin tener tampoco la seguridad de llegar a alcanzar nunca sus objetivos.

El éxito de este tipo de libros consiste en que pretenden ofrecer al ingenuo lector una respuesta inmediata, instantánea, borrando de un plumazo el horizonte temporal y contradiciendo por tanto el referido espíritu maratoniano que exige un largo plazo, un largo recorrido y muchas veces (no lo olvidemos) la no consecución del éxito en nuestra misión.

Es evidente que hoy los clásicos (no los clásicos en sí, sino los que nos hablan de los clásicos, vía tuits, eslóganes, píldoras de texto) están más de moda que nunca, cuando las preguntas que nos hacemos hoy, todos esos temas que nos ocupan y preocupan en el día a día, ya eran objeto de estudio concienzudo hace dos mil años. 

En su día, cuando se estrenó la película El club de los poetas muertos, todo el mundo andaba con las palabras latinas carpe diem (traducido antaño como "aprovecha el momento") en la boca. Otro tanto sucedió con el quid pro quo, tras el visionado de El silencio de los corderos, si bien John Keating tuvo mucha más ascendencia, lógicamente, que el despiadado Hannibal Lecter (el corrector de google me pone “Lector”). No es de extrañar que el título de este libro, que ya forma parte del acervo cultural en España, sea ese: Carpe Diem.     

Un libro como el presente echa mano de todos aquellos clásicos, sean Séneca, Heráclito o Marco Aurelio. Sí, es muy recomendable leer libros como los Fragmentos de Heráclito, Sobre la brevedad de la vida de Séneca o las Meditaciones de Marco Aurelio, sin duda. Muy valioso resultaría un libro como el presente, en el caso de que este nos animase a ir a las fuentes, a querer leer los textos originales, pues como afirmó el autor en la presentación de este libro, el mismo es un recopilatorio de las notas a las lecturas de estos libros clásicos leídos durante décadas.

Y cuando el lector curioso haya leído a Séneca, a Heráclito, a Marco Aurelio, yo le animo a que siga con Michel de Montaigne y con sus Ensayos (1580). Esa sería la siguiente etapa, ya que Montaigne leyó mucho y bien a los clásicos y sacó de ellos valiosísimas reflexiones, plasmadas en los Ensayos; libro fundamental, clave, que ha de ser leído siempre y en todo momento por cualquier persona que no desprecie el intelecto y ame el la sabiduría, que siempre es vertical.

Y concluyo:

«Si vous avez lu Montagne, vous avez lu Plutarque et Sénèque, mais si vous avez lu Plutarque et Sénèque, vous n’avez pas lu Montaigne» 


Pues eso. Vayamos siempre a las fuentes (los que estamos acostumbrados a leer ensayos, sabemos que lo mollar, a menudo, está en la bibliografía, aquí inexistente).