La estancia en Roma de Fernando Clemot durante doce meses, junto a su mujer y su hija pequeña es el fruto (aunque el germen sea la relación del autor con la ciudad eterna, que data de al menos dos décadas) de esta obra que mezcla lo objetivo y lo subjetivo. Lo objetivo guarda relación con los datos históricos (Regina aquarum, así fue conocida Roma durante el período clásico, y de ahí bebe el título del libro), las fechas, la descripción de los monumentos, ya sean fuentes, murallas (Aurelianas), basílicas (Santa María Maggiore, Santa Costanza, Letrán), acueductos, parques o jardines (Bomarzo), edificios (El palazzo Nuovo), villas (Villa Adriana, en Tibur), las ruinas de San Lorenzo, museos (Museo Etrusco de Villa Giulia), etc. Lo subjetivo es la incardinación del autor en la ciudad, los paseos diarios hacia el parque con su hija pequeña, incluso por el cementerio Verano, o el peligro sufrido (inobservado en ese momento) al atravesar un túnel oscuro próximo a Termini. Cada capítulo, no muy extenso, busca alcanzar el debido equilibrio entre lo objetivo y lo subjetivo, si bien, lo que me anima siempre a leer un libro de similares características, esta suerte de libro de viajes, es más lo que transforma al viajero (al hilo de sus pensamientos y reflexiones; y pienso en Un viaje a Italia de Ceronetti) al contacto con lo que ve, que lo que en sí ve: datos o información que puede extraerse de cualquier guía turística, libro de historia o Wikipedia.
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