Salís de Foncea para dar comienzo a una ruta que invita al cachondeo: Vuelta por Meriendillas. Y también al recuerdo. Nocilla ¡Qué meriendilla! A unos les recordará el anuncio. A los viejos rockeros les sonará la tonadilla de Siniestro Total. La lluvia no hará acto de presencia, y el sol y la subes entrarán y saldrán del escenario montañoso de la mano de las continuas subidas y bajadas. Primero la cima del monte Peña Las Yeguas. Luego, en la cima de las Meriendillas, a escasos mil metros, os recibirá un cristo metálico. Un poco más abajo un pesebre con una fotografía familiar incluida. Seguís la ruta. Os será suficiente con asomaros a la rendija abierta en la roca para haceros una idea de la profundidad de la Cueva de los Tasugos. Seguiréis el camino por el borde entre La Rioja: desparramada en la llanura parcelada de un verde vívido, y Castilla y León: ariscada y granítica. La mirada irá al cielo nuboso y a ratos esclarecido; a la sucesión de árboles, sean pinos, encinas, bojs, o bien arbustos: rododendros; a la tierra removida o revolcada por el ímpetu de los jabalíes; incluso a la contemplación de los capullos de procesionaria coronando los pinos. A lo lejos asomará el lomo de un caballo, más presente en las huellas impresas en la tierra blanda, sometida al agua y convertida en barro en algunos tramos del bosque. La laguna de Foncea será un espejismo que brillará por su ausencia. A falta de medio kilómetro, desde lo alto, Foncea (Font-zea: fuente de la casa) se desplegará ante la vista del excursionista como un pergamino. En El Trillo, al calorcillo, toca reponer fuerzas, entrar en calor, entre palabras y despachar bebidas y dulces. Suma trece kilómetros.
No hay que esperar a la Navidad para pasar una noche buena. Tampoco es necesario esperar a la Nochevieja para ascender el monte más alto de la Rioja, el San Lorenzo. Por eso, hoy, 30 de diciembre van once discípulos de la montaña hacia la cumbre nevada. Cuesta verlos entre el blanco cegador, cuando en el mirada se funden el blanco de la nieve y el éter del mar de nubes. No os llegará la algarabía de los niños abajo esquiando, porque en lo alto reina el silencio, solo roto en la cima por el petardazo del cava espumoso, 100% natural, haciendo acto de presencia. Al resguardo del aire, las espaldas apoyadas en la caseta de lata, las copas en alto, en un trajinar de nueces garrapiñadas, polvorones, palmeras caseras, chocolates varios, irá la alegría hilando palabras, villancicos, propósitos. La mirada se desparrama en todas las direcciones desde el panóptico en el que el monte se ha transformado. El hielo irá desplegando su arte en pequeñas joyas, para la mirada atenta. ...