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Mostrando entradas de agosto, 2024

Costa blanca de bruma

  Surge la niebla del velero o el velero de la niebla, piensas. Un velero casi invisible si no fuera por el mástil, desvelado por la atenta mirada. El horizonte ha devenido un lienzo en donde pugnan los blancos y los grises; oculto el cielo. Piensas en Costa a la luz de la luna . Pero aquí no hay una hoguera, ni destellos, ni luz, ni asomo de vida: solo un b lanco que no ciega, para una bruma que no cala, y en un horizonte apagado y sin perfiles. Parpadeas y el velero ya no está: ¿banco de niebla o agujero negro?

Nostalgia del absoluto

  A finales de agosto, en la playa Area da Vila de Camariñas, bajo la sombrilla, a resguardo de un cielo desvelado, escuchando vehículos y voces en sordina, los niños ajenos afanados en su quehacer de castillos de arena, la mirada distraída triangulando entre apacibles veleros anclados a tiro de piedra, los pies ocultos bajo la arena, leyendo Melancolía de Péter Nádas y vencido por el sueño y entonces cabeceando a las seis de la tarde, mientras soplaba una brisa fresca, y un perro corría en pos del palo hasta la orilla, despreocupado de las servidumbres del presente, me sentí feliz.

El teatro de los sueños

  Los pasos te arrastran por la ciudad, sin retener el nombre de las calles ni las plazas, bajo el ceniciento cielo. Parece que alguien tirase de ti, pero no sabes hacia dónde. En la parada esperas sudoroso el tranvía que no acaba de llegar. Quieres ver la masa de agua mansa que se desliza bajo el puente. Tranquilo observas el Nervión y sigues tu camino, ajeno a la ciudad que tanto te desconoce. Has oído hablar del Teatro de los sueños. Ahora, con el estadio a un lado y el mural al otro, bostezas alimentando el cansancio infinito e irresoluble.

Atención, amigo conductor

    Recibes una foto de un amigo delante del cartel de un pueblo con su apellido. Replicas con una de Ocio y añades que te ves ahí disfrutando de la jubilación. Fantaseas en veranear en Cariño, en recorrer todas las calles de Libros y en pernoctar en la ciudad dormitorio de Camas, agotado después de recorrer Sevilla. Disfrutas con la paradoja de Casasola saludando a los vecinos. Tu desmemoria te hizo olvidarte de Funes y cuando llegas a Adiós sientes ir a contracorriente. Giras la curva y ¡Zas! Te escurrirás del texto cuando dando un volantazo decidas tomar las de Villadiego.