Pocas veces se muestra con tanta sensibilidad, sutileza y complejidad como en Corpo Celeste (debut de Alice Rohrwacher, 2011), la infancia. Los ojos de Martha lo son todo. El gesto crispado, la zozobra que asoma al balcón de sus pupilas; el pozo negro de sus miedos; la inasible barandilla de la alegría. Martha regresará de Suiza al sur de Italia para sentirse una extraña. Inmersa en los preparativos de la comunión en una parroquia, su día a día será una desgarradora exploración de su identidad. Ha de fijar los límites que nos conforman, escrutar el mundo, madurar a las bravas.