Ha muerto Mario Vargas Llosa. Quizás,
como le sucedió a Umbral o a Cela, será recordado por muchos por cuestiones
ajenas a la literatura: su relación con Isabel Presley. Los que tenemos cierta
edad, le hemos dado la vuelta al jamón hace unos años, y hemos leído libros de
Llosa como Los cachorros, un pequeño mundo en 32 páginas o hemos aprendido valiosas
lecciones leyendo Cartas a un joven novelista o hemos quedado apresados como
gotas de ámbar en la lectura infinita de Conversación en La Catedral sabemos de
corazón y pensamiento que Llosa fue un magnífico escritor. Adiós, maestro.
No hay que esperar a la Navidad para pasar una noche buena. Tampoco es necesario esperar a la Nochevieja para ascender el monte más alto de la Rioja, el San Lorenzo. Por eso, hoy, 30 de diciembre van once discípulos de la montaña hacia la cumbre nevada. Cuesta verlos entre el blanco cegador, cuando en el mirada se funden el blanco de la nieve y el éter del mar de nubes. No os llegará la algarabía de los niños abajo esquiando, porque en lo alto reina el silencio, solo roto en la cima por el petardazo del cava espumoso, 100% natural, haciendo acto de presencia. Al resguardo del aire, las espaldas apoyadas en la caseta de lata, las copas en alto, en un trajinar de nueces garrapiñadas, polvorones, palmeras caseras, chocolates varios, irá la alegría hilando palabras, villancicos, propósitos. La mirada se desparrama en todas las direcciones desde el panóptico en el que el monte se ha transformado. El hielo irá desplegando su arte en pequeñas joyas, para la mirada atenta. ...