Un padre embebido en la ideología de los ciudadanos soberanos, no reconoce la jurisdicción de los tribunales, ni el engranaje administrativo de las licencias de conducir, o los billetes de curso legal, ni mucho menos la obligación de pagar impuestos. El dejar de pagar la hipoteca de la casa, supondrá el embargo y posterior desahucio. El hijo adolescente acompaña a su padre a los cursos donde este predica la buena nueva de la soberanía; muchos caen en la red pues la melodía es pegadiza y atractiva. El camino será hacia la autodestrucción, golpeando también a ese Estado que tanto detesta.